Hay una grieta en la armadura que me hace vulnerable
Nunca pensé que hubiera oídos escuchándome cuando sollozaba en aquella casa abandonada, en aquella casa atardecida por el olvido del desierto. Allí, tumbado sobre el gélido piso estaba yo con la mirada perdida de recién herido y con las manos vacías. Me sentía exiliado de toda colectividad humana, ajeno a este mundo materialista y ególatra manipulado por los hilos de la desconfianza y la furia.
Madre, acógeme en tus brazos, te necesito más que nunca en este momento... Era una aflicción tan intensa como el cielo mismo.
Hay una grieta en la armadura que me hace vulnerable esa grieta se llama madre y cada mujer que he amado y no me ha amado.
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