El color de las dunas By: Elisa Monsalbo
Hace tiempo que debí hablar de esto.
Entre las olas del mar del olvido
y la montaña de piojos que le crecen a mi hija a través de sus trenzas,
Opino que este es el mejor momento.
Si me detengo un poco, me exprimo algún grano o bebo otra taza de café,..
quizás y solo quizás, el mundo entero desaparezca.
Lo sé, creo que me vuelvo rápidamente en una mujer que alucina,
Acercándose peligrosamente a un arroyo en el que puede o no bañarse desnuda,
Correr entre piedras grises y filosas...
Y en mi mente, bueno, los pensamientos golpean a mi garganta
e ingratos intentan desesperadamente salir.
No espero que esta carta de adiós tenga pies ni cabeza,
solo aprieto entre los dedos de todo mi cuerpo,
la idea de salir volando, tras las nubes, los espíritus y las estrellas.
Alojarme en una galaxia,
en un universo lejano en el que mi cuerpo se convierta en cenizas
y se estampe por todos los lugares en los que camine descalza,
especialmente en esas carreteras en las que danzaba, y brincaba de madrugada.
Recuerdo haber dejado a todos dormidos en casa, roncando.
Empujar colina abajo el carro para no despertarlos,
estar lo suficientemente lejos y arrancar.
Escuchar los sonidos del mundo en silencio a mi alrededor.
Intentar de una forma u otra olvidar,
borrar de mis venas el color de las Dunas de mi mente que delira,
se dilata y serpentea.
Si, lo sé,
todo está perdido.
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